04 August 2018

Not for the faint-hearted: los dumplings de carne con gordito, las diez horas de encierro y otras frustraciones

4/8/2018. ULN-PEK vuelo no. OM224. 

No, no todo lo que brilla es oro. Mongolia te abraza el alma con atardeceres multicolores, con nubes danzantes, con dunas, acantilados, montañas, ríos y lagos que te estrujan sabroso de pies a cabeza. Los mongoles te reciben no solo con bizcochitos y terroncitos de azúcar y té de leche, sino también con sonrisas francas, risas contagiosas y una curiosidad desinteresada. Sin embargo, como bien dijo algún economista famoso, there is no such thing as a free lunch.

De la persistencia como requisito indispensable para obtener una visa mongola
La misma planeación del viaje fue tan accidentada como las rutas que fuimos trazando  a doble tracción por la estepa y el barro del Gobi. Para un mexicano no es fácil averiguar cómo hacerse de una visa, posiblemente porque desde 2017, parece, ya no hay Embajada de Mongolia en México. Lo que sí hay es un sitio de internet obsoleto, que no sabes que es obsoleto sino hasta que, después de varios intentos infructuosos de hacer contacto con un humano, terminas por hablar con el antiguo cónsul, quien amablemente te informa que "aquí ya no es". En la Secretaría de Relaciones Exteriores dijeron que la Embajada de Corea tenía un anexo consular que procesaba visas para Mongolia, pero dado que nadie contestaba el teléfono en dicha embajada, terminé por mandar un Rappi (servicio de mensajería que se contrata a través de una app de teléfono) para pedir informes. Que ahí no había nada de eso, dijeron. Al presentar queja a la SRE por los malos informes, corrigieron, que ah no, perdón, no es ahí, es en la Embajada de Estados Unidos donde se procesan las visas para Mongolia. Patrañas (aunque todo esto habla más de la calidad de las instituciones en México que de otra cosa). Una agencia de viajes local que encontré al azar en internet prometía gestionar los trámites para visas a cualquier país del mundo, pero cuando los contacté dijeron que a Mongolia ya no tramitaban visas porque, efectivamente, ya no hay embajada y entonces no sabían cuál era el proceso.

Escribí entonces a una agencia de viajes que encontré en Trip Advisor con la que terminé planeando mi itinerario y quienes me ayudaron a hacer el trámite para recoger una visa en el aeropuerto al llegar a Ulaanbaatar, pero ello implicó una incertidumbre tremenda: primero, porque quién sabe si la agencia fuera real; segundo, porque ese trámite solo era válido si y solo si no podías obtener una visa en tu país de origen, y nada me ASEGURABA que efectivamente no era posible obtener la visa en México de algún modo aún desconocido), y por último porque el trámite implicaba presentar boletos de avión y confirmaciones de hoteles aun cuando nadie garantiza que la visa efectivamente se otorgue o que el trámite se apruebe a tiempo. Además, a pesar de que el sitio web del Aeropuerto Internacional Chinggis Khan de Ulaanbaatar parece tener información sobre visas para turistas internacionales, ¡la información está en mongol! Absurdamente, en su página hay un botoncito, tan prometedor como inútil, que dice "English" y lleva a un menú principal en ese idioma, como es de esperarse... pero cualquiera de los submenús, incluidos los que claramente contienen información para turistas internacionales, están en mongol.

De los copiosos dumplings de carne con gordito
Cualquier viaje a una región remota del mundo requiere realizar una serie de peripecias, digamos, normales: obtener el visado, tomar múltiples y largos vuelos con conexiones comúnmente complicadas, enfrentar problemas de comunicación en un idioma que por lo general no es el tuyo o que, aunque sea el tuyo, las cosas pueden interpretarse de manera distinta, entre otros. Mongolia en lo particular me parece que puede complicar adicionalmente las cosas. Digamos que no es para los débiles de espíritu, por llamar de algún modo a las personas poco proclives a salir de su zona de confort.

Primero, la comida en general no tiene gran variedad, además de que es sustantivamente distinta de lo que están acostumbrados nuestros paladares occidentales (que es una forma elegante y políticamente correcta de decir que está bastante pinchita). Desde luego, en la capital no faltan los restaurantes que hallarías en algún barrio posh de cualquier urbe relativamente cosmopolita. Pero en lo que llamo la Mongolia rural, que es lo que realmente vale la pena visitar de ese país, no hay nada de eso. Los desayunos, típicamente entre 8 y 9 de la mañana, eran por mucho la comida del día que más temía. La mayoría de las veces incluyó un surtido de panes de bolsita: un hojaldre, que dudo que alguna vez haya sido crujiente, con un relleno dulce artificial; una pieza de pan Wonder, siempre sin tostar, con algún tipo de mermelada (que, a pesar de venir de un bote claramente comprado en el súper, parecía tener fruta de verdad); una galleta que quiso ser polvorón pero terminó siendo bísquete, harto insípida (parecida a los bizcochitos que nos daban de bienvenida cada que llegamos a un ger). En un mismo plato, podían venir dos o tres de los anteriores, un huevo frito, tres rebanadas de pepino, dos tomatitos cherry y 3 rebanadas de manzana. Sustituye un gajo de naranja por las rebanadas de manzana de cuando en vez. Otras veces había desayuno local, que típicamente consistía en carne de res o cordero con arroz o en un caldo de harina. En ocasiones a todo esto se añadía un yogurt casero, bastante agrio, o uno de cajita que llevaba días en el carro viajando con nosotros sin refrigeración. En suma, el desayuno era casi siempre bastante improvisado, tantito de esto, tantito de aquello, pon todo revuelto en un mismo plato, y voilà. Le pregunte a Gaana qué era lo que desayunaban en su casa, y dijo que típicamente era algo así, o sobras de la cena del día anterior. 

El almuerzo, que normalmente hacíamos por ahí de la 1, aunque a veces bastante más tarde si demorábamos en llegar a nuestro destino, típicamente lo cocinaba Gaana en el ger principal de la familia que nos hospedaba, o bien on-the-road, en la estufa portátil que traíamos en la van. Consistía en algún tipo de carbohidrato con verduras y soya: fideos salteados con verduras y soya, arroz con pollo y verduras y soya, pasta con res y verduras y soya. Muchos de los platillos que preparan, incluso para el desayuno, tienen carne de res, y nunca es carne magra. Viene con grasita y tendón. Cuando comíamos de paso en algún restaurante local, nos daban algún caldito de res con fideos o arroz y verduras (con soya, desde luego), o unos pedazos de carne amalgamados con harina en forma de tortilla y fritos--platillo muy típico de nombre impronunciable--. Estas tortillas no eran malas, el problema era que te servían cinco y eso conformaba toda tu comida. Algún día almorzamos dumplings rellenos de res y cordero y verduras. Estaban buenos, all things considered, pero al igual que las tortillas de carne, hallaba difícil deglutir cuatro o cinco de esos dumplings sin otro acompañamiento. 

La cena era regularmente más variada y abundante. Incluía muchas de las combinaciones del almuerzo más otras recetas especiales, aunque siempre con res o cordero, y alguna combinación de arroz o fideos, y de papa, zanahoria, repollo, tomate. Después de la primera noche, que por alguna razón comenté que me gusta el picante, compramos una salsa picante-no picante, dulce y malona, como Tabasco-meets-ketchup. Otro día me compró Gaana unos fideos instantáneos que, junto con el cocido de harina y cordero, aparentan ser los mejores remedios contra la resaca, según dicen. Otro día en el que coincidimos con unas coreanas en uno de los campamentos me tocó kimchi y piececitas de sushi con nada más que arroz y alga. En mi última noche la familia anfitriona cocinó un cordero muy rico, el famoso Mongolian barbecue, con papas y zanahorias y arroz. Y grasita y tendón.

Les gustan mucho las salsas y aditamentos artificiales, como la soya y los polvitos que vienen en los fideos instantáneos. Y la catsup. Les encaaaanta la catsup. Para mí que, muy profundamente, saben que su comida no es buena y por eso tienen que añadirle todas esas cosas. A esta hipótesis también abona una conversación que tuve con Gaana, en la que le pregunté que qué era lo que más extrañaría si fuera a vivirse a otro país. En contraste con mi respuesta, mencionó explícitamente que la comida definitivamente no.

En suma, un día me dieron arroz con carne de res de snack. Con eso creo que resumo todo.

Disclaimer: acá vale la pena decir que desde un principio me preguntaron que qué comía y qué no. Yo dije que como de todo, que me sirvieran lo que come todo el mundo acá. Quería la real experiencia mongola. Sí vi que un día que a mí me servían un caldito de arroz con res y leche de té para cenar, a unos franceses les llevaban una pasta que se veía rica. Creo que con todo y todo, sin embargo, no escogería otra respuesta. En la vida, siempre habrá pasta con verduras.

De caminos accidentados y las diez horas de encierro
Llegar a prácticamente cualquier cosa fuera de UB implica horas de andanzas en terrenos rugosos, caminos empedrados y, en nuestro caso, ríos impredecibles de lodo y ramas por las fuertes lluvias que nos tocaron durante varios días. Yo opté por ahorrarme una jornada así de 12 horas al volar de UB a Dalanzadgad en mi primer día de ruta. Aun así, todos los días eran rutas de entre 3 y hasta 6 horas, que la verdad disfruté enormemente porque los indescriptibles paisajes no daban para menos. Desde un principio, cuando la agencia de viajes me mandó el itinerario propuesto, pregunté cuánto tiempo pasaríamos manejando de un lugar a otro, y me dijo que entre 3 y 4 horas, a veces 5. Pero no, la realidad fue más cercana a entre 5 y 6, a veces 3-4. Y un día fueron diez. En la séptima hora, cuando me dijeron que faltaban todavía 100 kilómetros, y yo me daba cuenta de que íbamos a unos 30-35 kilómetros por hora en promedio, me quería echar al precipicio. Escribí a la agente enojado para decirle que "no viene hasta acá para pasar todo el día en una van". Mi comentario era válido, sobre todo considerando que ni la agente ni mi guía manejaron bien las expectativas (distinto habría sido si me hubieran dicho desde un inicio que los trayectos serían de 7 horas diarias, cuando al final eran de 5 en promedio). Mi comentario era también injusto porque las demoras se debieron en gran medida a las lluvias, y honestamente el chofer fue increíblemente hábil al llevarnos de un lado a otro de forma segura y sin mayores contratiempos. 

Pero sí hay que saber que en la Mongolia rural estás lejos de todo. Si te da un infarto, ahí quedas.

De las otras aventuras inherentes a los viajes locales
  1. Letrinas rule. Everywhere.
  2. Acostúmbrate a no bañarte por al menos tres días seguidos. Las toallitas húmedas y un buen desodorante son tus amigos.
  3. Más vale que no seas especialit@ o asquerosit@. Acá se comparten las sábanas y las cobijas. Los trastes y cubiertos se "lavan" con un wipie. La gente entra a tu ger como Otgonbayar por su casa (después de todo sí es su casa). Lo mismo con las ranas.
  4. Si mides más de 1.65-1.70m, está consciente de que te vas a pegar en la cabeza *muchas* veces. Y que posiblemente no quepas en las camas.
  5. No temas al aparentemente estado endeble de la infraestructura. Los puentes parece que se van a caer, pero no se caen.


La vida de los mongoles, en general, pero sobre todo la de aquellos que viven en las zonas rurales, me hicieron identificar más claramente los hábitos obsesivos-compulsivos de la cultura occidental. Me empujaron a buscar vivir de forma más sencilla, más social. Está por verse cuánto dura ese empuje pero el concepto, en principio, me gusta.

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